Falsario #04

Cuando llegamos al departamento sólo teníamos lo necesario; un refrigerador, una cocina, una mesa, un sofá y por supuesto la cama. Así que empezamos como locos a comprar “implementos”. Los amigos también colaboraban con cosas. Nuestros gustos siempre han sido más o menos cercanos, pero con esto del depa nos costo la vida ponernos deacuerdo en algo. Incluso discutimos mucho. Tonteras.

Cuando ya estuvo todo listo. Cuando las cosas estaban como tantas otras veces habíamos soñado [tirados en la cama escuchando música y creando mundos; nuestro mundo] llego el día de mi cumpleaños. 3 de mayo.
Ese día tuve más pega que de costumbre pareciese haber sido a propósito que el Pancho, mi jefe, me hiciese quedarme en la revista hasta tan tarde. Más encima se le olvido mi cumple, ni siquiera me saludo. Tampoco ninguno de mis compañeros. Poco me importaba... llegaría pronto a casa y allí estarían la Lú, Cristóbal, Benja, la Caro, la Marce y bueno todos los de la vida, también Ignacio. Imagine todo el día que habría hecho de regalo este año para mí. Cuando comenzamos a pololear decidimos que todos nuestros regalos deberían ser hechos por nosotros, o sea, igual podíamos comprar pero si o si tenía que haber un regalo hecho con nuestras manos. Sus regalos siempre me sorprendían y lejos le ganaban a los míos en originalidad y lo boni que quedaban.

El tiempo pasaba cada más lento. El día era uno de esos en que todo se confabulaba contra ti. Ya estaba chatísima y aunque no había terminado el trabajo que me habían encargado fui simplemente poco profesional. Tome mi chaqueta, pedí un taxi y me fui lo más rápido a MI casa.
Cuando llegue me di cuenta que era la confabulación de la vida contra mí. Mis compañeros de trabajo, de la U, mi jefe y mis amigos de la vida todos en casa. La celebración era en grande. ¡Que entrete!

La noche transcurría de lo mejor. Era muy feliz, más de lo normal. De repente sonó el timbre del departamento. Ignacio fue a abrir la puerta. Me asome para ver quien era. Ahí me dieron ganas de desmayarme, mi cara se puso blanca y las manos me temblaban. Tenía ganas de llorar y de salir corriendo.

-Nachaaaaa –grito Ignacio- te buscan. Se acerco a mí y me dijo que no sabía quien era… que nunca lo había visto. Dijo que se llamaba Pablo.
-Mmmm –fingí- ¿Pablo? Deja que voy a ver quién es…

En la puerta campante, orgulloso y ultra curado estaba Pablo.

-¿Qué mierda haces acá? –le grite entre susurros- ¿Cómo chucha llegaste? ¿Quién te dijo? ¿Por qué viniste?

Yo hablaba atolondrado. Estaba histérica, furiosa, enojada, con ganas de llorar, de salir corriendo. Tenía miedo. No quería verle la cara ni a él ni a Ignacio. Golpeaba con mis puños el zaguán.

-¿Cómo cresta se te ocurre? ¡¡Por la conchetumadre andateee!! Por favor andate.
Si me quieres aunque sea un poquito andate. Veámonos mañana. No la cagues por favor. Te lo suplico.

-Si me echas la cago –me dijo. Ahora tranquilízate vine a celebrar contigo… me quedaré y no haré nada. Diremos que soy amigo tuyo del colegio. Que te ubique porque vi que publicaste en la revista, llamé para allá y ahí me dieron esta dirección.

-¿Como chucha llegaste?, ¿por qué? … hueón si me querí andate…

-Seguí a la Lú. No. No me iré…

Pablo no se fue. Entro, tomo una copa y se sentó a conversar con la Lú, ella era la única que lo conocía, que conocía de su existencia. Estuvo el tiempo suficiente para hacerse notar. Nadie lo conocía. Nunca nadie había escuchado hablar de él. A todos les pareció extraño que yo nunca lo hubiese nombrado y que tan sólo la Lú supiese tanto de él. Su soltura al hablar. Sus buenos modales y lo mucho que sabía de todos los temas, hasta de los más inimaginables. Mis amigas encantadas con él. Los invitados admirados. A pesar de las copas de más con las que venía y todas las que ingirió en nuestro departamento. Se fue ganador.
Al despedirse me dio un largo beso en la mejilla e hizo alcancé a lo guapa que me veía esa noche. Estiro la mano y dio las gracias a Ignacio.
La fiesta continúo hasta cerca de las 5 a.m cuando todos los invitados se largaron.