lunes, diciembre 11, 2006

Pre.

En Santiago es prácticamente imposible darse el gusto de estar sola leyendo en un café o tomándose alguna cosita para pasar el rato o masticar un lío de la conciencia, pues en seguida llega un acompañante que no ha sido solicitado y que piensa que leer o meditar o divertirse mirando a los demás es una manera de ponerse en vitrina.Es una pena que las cosas no puedan ser un poco más naturales, espontáneas y libres de prejuicios, y que sea tan desigual la batalla entre el qué dirán y el qué digo yo.